Su devoción a los muertos sin nombre que llegaron a sus tierras, arrastrados por el río
Magdalena tras ser arrojados por los grupos armados, es tan profunda que el pueblo se
dividió en dos bandos cuando les plantearon desenterrarlos.
Unos decían que no querían que la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por
desaparecidas (UBPD) sacara los cuerpos del cementerio, y otros, que tenían el deseo
de "entregarlos".